En el Antiguo Testamento, concretamente en el Éxodo, se prohíbe la brujería, y se establece que debe ser castigada con la pena de muerte: "A la hechicera no la dejarás que viva" (exodo22). Es de notar que, al igual que en la Grecia y Roma clásicas, la brujería aparece como una actividad mayoritariamente femenina.
De otras citas bíblicas (levitico), se desprende que la principal actividad de estas brujas bíblicas era la necromancia o invocación a los muertos. En el Primer Libro de Samuel se relata la historia de la bruja de Endor, a la que Saúl, contraviniendo sus propias leyes, recurrió para invocar al espíritu de Samuel antes de una guerra con los filisteosEn las antiguas Grecia y Roma, estaba extendida la creencia en la magia. Existía, sin embargo, una clara distinción entre distintos tipos de magia según su intención. La magia benéfica a menudo se realizaba públicamente, era considerada necesaria e incluso existían funcionarios estatales, como los augures romanos, encargados de esta actividad. En cambio, la magia realizada con fines maléficos era perseguida. Se atribuía generalmente la magia maléfica a hechiceras (en latín maleficae), de las que hay numerosas menciones en numerosos autores clásicos.
Según los textos clásicos, se creía de estas hechiceras que tenían la capacidad de transformarse en animales, que podían volar de noche y que practicaban la magia tanto en provecho propio como por encargo de terceras personas. Se dedicaban preferentemente a la magia erótica, aunque también eran capaces de provocar daños tales como enfermedades o tempestades. Se reunían de noche, y consideraban como sus protectoras e invocaban en sus conjuros a diosas como Hécate, Selene y Diana.
Probablemente las brujas más conocidas de la literatura clásica son dos personajes mitológicos, Circe y Medea. Las habilidades mágicas de ambas residen sobre todo en su dominio de las pócimas o filtros mágicos (phármakon, en griego). Medea, que se presenta a sí misma como adoradora de Hécate, se convirtió en el arquetipo de la hechicería en las literaturas griega y romana. Hay menciones de brujas en las obras deTeócrito, Horacio, Ovidio, Apuleyo, Lucano y Petronio, entre muchos otros. Estos autores hacen especialmente referencia a brujas que realizan magia de tipo erótico.
Relacionada con la creencia grecorromana en las brujas está la figura de la estirge, un animal nocturno que es mitad pájaro mitad ser humano que se alimenta de sangre (y que resulta también un precedente de la moderna figura del vampiro).
Los escritores antiguos fueron a menudo escépticos acerca de las presuntas facultades de las brujas.
Si bien la actitud del cristianismo con respecto de algunas prácticas mágicas, tales como la astrología o la alquimia, fue en ciertos momentos ambigua, la condena de la brujería fue explícita e inequívoca desde los comienzos de la religión cristiana. En la Alta Edad Media varias leyes condenaron la brujería, basadas tanto en el ejemplo del derecho romano como en la voluntad de erradicar todas aquellas prácticas relacionadas con el paganismo. Sin embargo, la actitud eclesiástica no parece haber sido demasiado beligerante durante la primera mitad de la Edad Media, como lo atestiguan documentos como el Canon Episcopi.
Como caso particular hallamos el del rey Colomán de Hungría (1095 – 1116) quien sancionó varios libros de ley bajo su reinado, y en uno de ellos se refirió directamente a las brujas, afirmando que estas no existían, por lo cual no se debían llevar a cabo examinaciones para atraparlas. En el artículo 57 de su Primer Libro de Ley aparece textualmente: "De strigis vero, quae non sunt, nulla quaestio fiat" ("Sobre las brujas, ya que éstas no existen, no se harán examinaciones indagando por ellas"). De esta forma, Hungría, siendo un reino medieval cristiano y católico, contando además con gran poder e influencia, se convirtió en una de las excepciones donde la brujería no fue perseguida, sino solamente en ciertos casos la heregía dogmática.
En la misma línea el papa Gregorio VII le escribe en 1080 al rey de Dinamarca Harald Blåtand quejándose de que los daneses tuviesen la costumbre de hacer a ciertas mujeres responsables de las tempestades, epidemias y toda clase de males, y de matarlas luego del modo más bárbaro. El Papa conminaba al rey dano para que enseñase a su pueblo que aquellas desgracias eran voluntad de Dios, la cual deberían complacer con penitencias y no castigando a presuntas autoras.
En 1829 el novelista francés Lamothe-Langon sostuvo que la tolerancia hacia de las brujas por parte de la Iglesia cambió cuando la Iglesia comenzó a perseguir las herejías cátara y valdense. Ambas concedían una gran importancia al Demonio. Para combatir estas herejías fue creada la Inquisición pontificia en el siglo XIII. En el siglo siguiente comienzan a aparecer en los procesos por brujería las acusaciones de pacto con el Diablo, el primer elemento determinante en el concepto moderno de brujería.
A mediados de 1970 los historiadores Cohn y Yieckhefer demostraron, independentemente uno de otro, que las fuentes medievales presentadas por Lamothe-Langon jamás existieron, sino que las había inventado él para sazonar su relato.
Los primeros y escasos informes sobre la persecución de brujas datan de 1360 y no fue la Inquisición quien inició la persecución sino la justicia civil en Suiza y Croacia.
Parece ser que la legalización de la caza de brujas tuvo su origen en las exigencias del pueblo, que presionaba a los tribunales civiles. Poco a poco, la Iglesia también hubo de adaptarse a esta corriente; pero la Inquisición no aparece involucrada en ese tipo de persecuciones con anterioridad al siglo XV.
La primera persona en estar en desacuerdo con este cambio de pensamiento fue el matemático y cardenal Nicolás de Cusa quien insistía en la no existencia de las brujas como seres que se transformaban en animales.
Con la Reforma Protestante la situación de las brujas no cambió; al contratio, Martín Lutero era un convencido sobre las existencia de los brujos e insistía en su persecución.
La primera persona que alzó su voz en contra de la cacería de brujas fue el médico protestante Johann Weyer (1515-1588). En 1563 Weyer concluyó que las principales acusadas de brujería eran mujeres ancianas que según él sufrían de "melancolía".Contra la existencia de brujas se sumaron los también protestantes Johann Jacob Wecker (1528-1586), Herman Witekind (1524-1603) y Johann Ewich (1525-1588).
Dentro de la Iglesia Católica dos figuras destacan en la lucha contra la caza de brujas: el español Alonso de Salazar y Frías y el jesuita alemán Friedrich Spee.
En el año 1610, en la localidad de Logroño se llevan a cabo el enjuiciamiento de presuntas brujas, episodio que se conoce como el Juicio a las Brujas de Zugarramurdi. De entre los tres inquisidores encargados del proceso se destacó la figura de Alonso de Salazar y Frías. Salazar se opuso a sus dos colegas que estaban convencidos de la culpabiliad de las supuestas brujas. En su informe al Inquisidor General, Salazar concluye: "No hubo brujos ni embrujados hasta que se empezó a hablar y escribir de ellos." Dicha investigación contribuyó a la definitiva abolición de las quemas de brujas en todo el Imperio Español.
Entre 1626 y 1631, en el paroxismo de la Guerra de los Treinta Años, período en el cual se produjeron grandes matanzas, saqueos y terribles hambrunas y en el cual se llegaron a darse episodios de canibalismo, príncipes católicos que reconquistaban territorios luteranos, llevaron adelante juicios masivos contra personas acusadas de brujas en la ciudad de Würzburg y en las que fueron ejecutadas más de 1.000 personas, hombres, mujeres y niños, acusados de ser brujos.
A los jucios de Würzburg asistió el jesuita alemán Friedrich Spee (1591-1635). Spee había tenido contacto con los pensamientos del jesuita Adam Tanner (Innsbruck, c. 1572-Unken, 1632), profesor de la Universidad de Ingolstadt, quien en su libro Theologia Scholastica se oponía a los juicios por brujería.
Spee actuó como confesor de algunos acusados de los Juicios de Würzburg y concluyó que ninguna de las personas llevadas a la hoguera era culpable de brujería. Sus conclusiones fueron publicadas después de su muerte en el libro Cautio Criminalis en el que abogaba por el fin de los juicios por brujería; esta obra cumplió con su objetivo y los juicios por brujería comenzaron a declinar en la Alemania del siglo XVII.
El Cautio Criminalis cayó en manos del jesuita e inquisidor Francesco Albizzi quien quedó muy impresionado por la obra y se convenció de la brutalidad de las cacerías de brujas. Extremadamente duro con los seguidores del astrónomo Galileo Galilei, a quienes persiguió, Albizzi tomó una dura postura en contra de la caza de brujas.
En 1917 una mujer y tres hombres se reunieron en un café de Viena en una reunión teñida de misterio y secreto. La mujer, llamada Anna Sprengel, era una medium que había hecho contacto con una entidad llamada la "Gran Raza". Estos cuatro austríacos formaron al Sociedad Vril y su emblema era el "Sol Negro", símbolo que podía hallarse en muchos lugares de adoración de las antiguas Babilonia y Asiria.
Con la victoria de Partido Nazi las SS introdujeron el ocultismo en el Tercer Reich. Heinrich Himmler era miembro de la Sociedad Vril y compartía con Hitler la obsesión por el ocultismo. Himmler creía que la cacería de brujas del siglo XVII representó una especie de holocausto de la raza alemana llevada a cabo por la Iglesia Católica. "La caza de brujas costó al pueblo alemán ciento de miles de madres y mujeres, cruelmente torturadas y ejecutadas", decía Himmler.
Como hecho a destacar, Hitler se suicida el 30 de abril de 1945, en las vísperas de la Noche de Walpurgis, conocida también como La Noche de Brujas.
Se creía que las brujas celebraban reuniones nocturnas en las que adoraban al Demonio. Estas reuniones reciben diversos nombres en la época, aunque predominan dos: sabbat yaquelarre. La primera de estas denominaciones es casi con seguridad una referencia antisemita, cuya razón de ser es la analogía entre los ritos y crímenes atribuidos a las brujas y los que según la acusación popular cometían los judíos. La palabra aquelarre, en cambio, procede del euskera aker (macho cabrío) y larre (campo), en referencia al lugar en que se practicaban dichas reuniones.
Según se creía, en los aquelarres se realizaban ritos que suponían una inversión sacrílega de los cristianos. Entre ellos estaban, por ejemplo, la recitación del Credo al revés, la consagración de una hostia negra, que podía estar hecha de diferentes sustancias, o la bendición con hisoponegro. Además, casi todos los documentos de la época hacen referencia a opíparos banquetes (con frecuencia también a la antropofagia) y a una gran promiscuidad sexual. Una acusación muy común era la del infanticidio, o los sacrificios humanos en general.
La principal finalidad de los aquelarres era, sin embargo, siempre según lo considerado cierto en la época, la adoración colectiva del Diablo, quien se personaba en las reuniones en forma humana o animal (macho cabrío, gato negro, etc). El ritual que simbolizaba esta adoración consistía generalmente en besar el ano del Diablo (osculum infame). En estas reuniones, el Diablo imponía también supuestamente su marca a las brujas, y les proporcionaba drogas mágicas para realizar sus hechizos.
Se creía que los aquelarres se celebraban en lugares apartados, generalmente en zonas boscosas. Algunos de los más célebres escenarios de aquelarres fueron las cuevas de Zugarramurdi (Navarra) y Las Güixas (cerca de Villanúa, en la provincia de Huesca) en España, el monte Brocken(mencionado en el Fausto de Goethe), en Alemania, Carnac en Francia; el nogal de Benevento y el paso de Tonale, en Italia. Se creía también que algunos aquelarres se celebraban en lugares muy lejanos de la residencia de las supuestas brujas, que debían por tanto hacer uso de sus poderes sobrenaturales para desplazarse volando: por ejemplo, se acusó a algunas brujas del País Vasco francés de asistir a aquelarres enTerranova.
La bruja tiene un papel esencial en los cuentos infantiles, como los recopilados por los Hermanos Grimm, en donde es el personaje malvado arquetípico. Las brujas de cuento más famosas son:
- La madrastra de Blancanieves, que intenta asesinar a ésta con una manzana envenenada;
- La bruja de La Sirenita (el relato de Hans Christian Andersen), que realiza un pacto por el cual le dota de unas piernas a cambio de su voz;
- La bruja de la casita de chocolate de Hansel y Gretel;
- La Baba Yaga del folclore ruso, reflejada en el relato homónimo de Aleksandr Nikolaievich Afanasiev, una vieja bruja que habita en una casa mágica que es capaz de caminar sobre patas de ave;
En la reciente literatura norteamericana también se recoge el mito de la bruja, pero ya no tienen por qué ser malvadas. Así, en El Mago de Oz aparecen dos brujas malvadas y dos bondadosas.
Tradicionalmente se asocia la imagen de la bruja a una mujer anciana, fea y especialmente desagradable. Sin embargo, se creía que entre sus poderes estaba el de poder modificar su aspecto a voluntad, mostrándose como una joven hermosa y deseable. La bruja utilizaría esta apariencia para seducir a los hombres y llevarlos a la perdición.
(WIKIPEDIA)