Su fama y su influencia se esparce por todo el mundo.
Sus reflexiones y su poesía se han traducido a más de veinte idiomas, y sus dibujos y pinturas se han expuesto en grandes capitales del mundo.
Se dice que en cierta ocasión, una mujer que llevaba un niño en sus brazos le dijo: "Maestro, háblanos de los hijos" y él respondió:
Vienen a través de ustedes, mas no de ustedes y aunque vivan con ustedes, no les pertenecen.
Pueden darles su amor, mas no sus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Pueden albergar sus cuerpos, mas no sus almas, porque sus almas moran en la casa del mañana, que ni aun en sueños les será dado visitar.
pueden esforzarse por ser como ellos, mas no intenten hacerlos como ustedes, porque la vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer.
Ustedes son el arco por medio del cual sus hijos son disparados como flechas vivas.
Que el hecho de estar en manos del arquero sea para su dicha, por que asi como Él ama la flecha que dispara, ama también el arco que permanece firme; "
por eso ustedes tuvieron la oportunidad de vivir su vida y la libertad de amar y hacer su vida.
Dejen que sus hijos vuelen solos del nido cuando llegue la hora y no les reclamen para que vuelvan.
Ellos los querrán por siempre y tendrán también su nido, del cual algún día, ellos solos quedarán, pero fue su nido y su vida,
déjenlos libres,
ámenlos con libertad, no apaguen el fuego de su hogar, vivan y dejen vivir, así ellos siempre los querrán.
LA ESTATUA
Cierta vez, entre las colinas, vivía un hombre poseedor de una estatua cincelada por un anciano maestro. Descansaba contra la puerta cara al suelo. Y él nunca le prestaba atención.
Un día pasó frente a su casa un hombre de la ciudad, un hombre de ciencia. Y, advirtiendo la estatua, le preguntó al dueño si la vendería.
-¿Quién desea comprar esa horrible y sucia estatua? -respondió el dueño, riéndose.
-Te daré esta pieza de plata por ella -dijo el hombre de la ciudad.
El otro quedó atónito, pero complacido.
La estatua fue trasladada a la ciudad sobre el lomo de un elefante. Y luego de varias lunas el hombre de las colinas visitó la ciudad y, mientras caminaba por las calles, vio a una multitud ante un negocio, y a un hombre que a voz en cuello gritaba:
-Acérquense y contemplen la más hermosa, la más maravillosa estatua del mundo entero. Solamente dos piezas de plata para admirar la más extraordinaria obra maestra.
Al instante, el hombre de las colinas pagó dos piezas de plata y entró en el negocio para ver la estatua que él mismo había vendido por una sola pieza de ese mismo metal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario